¿Cómo influye el diseño en las emociones que nos despierta un espacio?

Desde el mismo instante en el que ponemos el pie en una habitación, nuestro cerebro crea mapas cognitivos del lugar que recogen información y la traducen en emociones. La sensación que tengamos no es más que el resultado de las emociones inconscientes que nos despierta la decoración del espacio.

 

Teniendo en cuenta que ahora pasamos el 90% de nuestro tiempo en interiores, entender y controlar la capacidad de los materiales para influir en nuestro estado de ánimo se ha convertido en un pilar fundamental en el proceso de diseño.

 

Espacios para emocionar

 

Disciplinas como la neuroaquitectura utilizan herramientas científicas para convertir las sensaciones que recoge nuestro cerebro en datos medibles. Esta información se utiliza después para crear espacios que mejoren el bienestar emocional de sus habitantes.

 

De esta manera, inhibiendo o potencien determinados patrones, se pueden diseñar entornos que generen emociones concretas.

 

No es casualidad que las oficinas de hoy en día se decoren, cada vez más, como hogares en los que las personas puedan sentirse cómodas y seguras.

La impresión de la primera mirada

 

El primer impacto que recibirá nuestro cerebro es el visual, por lo que los tonos y la estructura del diseño son las herramientas básicas para generar sentimientos.

 

En una época de incertidumbre, la tendencia se centra en conseguir espacios que nos generen sensaciones de calma y protección.

 

Las composiciones menos definidas, que apuestan más por tonos crudos y neutros generan un sentimiento de tranquilidad y bienestar. Este tipo de diseño es ideal para esos rincones-refugio del hogar que nos ayudan a relajarnos y alejarnos del “ruido exterior”.

 

Por su parte, las maderas que combinen líneas suaves con elementos rústicos pueden ser adecuada para espacios amables, donde se busque crear una sensación de confort.

Sentir a través del tacto

 

La textura de los materiales es otro de los elementos que ayudan a crear espacios que emocionen.

 

Al pasar la mano sobre una superficie, nuestro cerebro recibe información relacionada a nuestra propia experiencia: nuestro inconsciente busca en nuestra memoria sensaciones ligadas al tacto que sentimos. Por ejemplo, tocar las marcas y los poros abiertos de una madera nos puede recordar a la singularidad del trabajo artesanal y las experiencias que nos han hecho ser como somos.

 

Aunque no seamos conscientes de todo proceso mental, este tipo de material es ideal para espacios donde busquemos imprimir un toque rústico y personal. Sean maderas, textiles o piedras, definir bien el impacto visual y la textura del diseño es el primer gran paso para crear emociones.